jueves, 14 de diciembre de 2017

EL BALANCÍN


UN APERO DE LABRANZA PARA LA INDUSTRIA DEL AUTOMÓVIL

Es por todos aceptado que los avances que estamos disfrutando en nuestro tiempo están cimentados sobre los progresos que fueron conquistando nuestros antepasados.

De aquellas piedras de sílex talladas para construir sus herramientas (hachas, puntas de flechas…), al dominio del fuego, al descubrimiento de la rueda… hemos pasado a ordenadores y teléfonos móviles de última generación, vehículos de todo tipo, aviones, naves espaciales…

Del lento progreso de antaño estamos pasando a una evolución tan vertiginosa  que lo que se inventa hoy mañana ya está superado. Aún así, con esta velocidad de vértigo, todo lo que se va construyendo se apoya sobre conocimientos anteriores.

En las visitas guiadas al Museo se hace especial hincapié en esta reflexión a la vez que se puede ver la evolución de las herramientas, enseres y modos de vida a medida que avanzaba el tiempo. Cómo el hombre va dando respuestas a los problemas que se le plantean y cómo va mejorando su calidad de vida.

"Arado romano", 6.000 años de historia sin apenas evolucionar hasta los años 60 del S. XX.


Cuando explicamos el “arado romano” solemos hacer referencia a que está documentado su uso en la antigua Mesopotamia hace 6.000 años y sin apenas cambios ha sido utilizado en la comarca hasta la década de los años 60 del siglo XX. Seis milenios sin evolucionar y sin embargo en los últimos 50 años el cambio ha sido radical y casi inimaginable. La llegada de la mecanización,  los tractores equipados con arados de hasta más de nueve vertederas, ordenador, GPS, aire acondicionado a bordo… han supuesto un cambio drástico en el mundo rural, incluyendo su despoblación.


Arado actual de tamaño medio con seis vertederas. 


Sin embargo, a pesar de esta evolución vertiginosa, en algunas ocasiones, artilugios del pasado se adaptan a los nuevos ingenios sin apenas sufrir transformación alguna. Es el caso que vamos a tratar en este artículo. La sencilla tecnología del balancín, un apero utilizado con los animales de tiro, que se sigue usando sin apenas sufrir cambios en los limpiaparabrisas de nuestros automóviles.

Balancín para un solo animal.


La Real Academia de la Lengua en su diccionario define balancín como “madero al que se enganchan los tirantes de las caballerías, en coches de caballos”.

Recreación de cómo tira el animal equipado con collarón, tirantes y balancín arrastrando un tronco. 


Existen balancines para un solo animal, y dobles para cuando el trabajo lo realiza una pareja. En las películas del oeste podemos ver el uso de balancines en las diligencias tiradas por dos o tres parejas  de caballos.

Recreación de una pareja de animales arrastrando un tronco con un balancín doble.


Este sencillo apero es una palanca, una balanza, de ahí su nombre. Su función es equilibrar las fuerzas bien sea con un solo animal o con dos o más que trabajan en un mismo tiro. El uso de la palanca se pierde en la noche de los tiempos. El sabio y polifacético Arquímedes (287–212 a. C.) decía: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”.

Los animales de tiro con los  que se suele usar el balancín son las mulas y los machos (mulos), los caballos y los burros. Estos animales van aparejados con un collarón (collera, collerón) del que salen dos tirantes laterales que van unidos al balancín con unos ganchos, a su vez, el balancín va enganchado donde queremos ejercer la fuerza, y puede ser un carro, un cultivador, un tronco…

Tronco listo para ser arrastrado por una mula. El balancín es metálico y los tirantes son de cadenas.


En cambio, los bueyes habitualmente trabajan en pareja y van guncidos (uncidos) al yugo con coyundas de cuero, en este caso no se necesita utilizar el balancín para el equilibrio de fuerzas. El mismo yugo hace de balanza ya que el tiro se realiza en el centro del yugo, entre ambos animales. Es en el centro del yugo donde se encuentra el sogueo (sobeo), que es un trenzado muy fuerte de cuero unido al yugo y que deja un hueco circular en el que alojar el varal (timón, lanza) de carros, arados y otros aperos de labranza.
  
Pareja de bueyes uncidos al yugo con las coyundas y fronteras. El varal del carro sujeto al sobeo asoma entre los dos bueyes. El mismo yugo hace la función de balancín.   


Todos sabemos que cuando un coche toma una curva, las ruedas interiores tienen menor recorrido que las exteriores. Cuando una caballería está tomando una curva sucede lo mismo, el tirante interior tendrá menos recorrido que el exterior y este desequilibrio lo compensará el balancín. Cuando la curva la toma una pareja de animales  el problema se acentúa siendo aún más importante la función que realiza el balancín.

Otra interesante función que cumple el balancín es la de mantener separados los tirantes del cuerpo del animal para evitar roces que le puedan provocar heridas en los cuartos traseros. De esta forma los tirantes, que nacen del collarón se mantienen paralelos al cuerpo del animal gracias a que la longitud del balancín es ligeramente superior a la anchura del animal.

EL BALANCÍN Y EL LIMPIAPARABRISAS

El limpiaparabrisas, bonita palabra que nos ponían de ejemplo en la escuela cuando nos explicaban las palabras compuestas, limpia-para-brisas.

Modelo de limpiaparabrisas habitual en muchos automóviles.


Cuando en su día reparé en que muchos limpiaparabrisas  de los coches eran idénticos al balancín que utilizaban nuestros antepasados en las labores de labranza me llevó, una vez más, a reflexionar sobre cómo la humanidad va progresando aprovechando el bagaje de conocimientos que el hombre ha acumulado a lo largo de su historia.

Despiece de un limpiaparabrisas. Sobre la flecha gruesa ejerce la presión el brazo y se va repartiendo por los balancines para que el ajuste de la goma sobre la luna curvada sea perfecto.

El balancín y el limpiaparabrisas, aunque idénticos tecnológicamente, y en ambos casos están destinados a equilibrar fuerzas, sin embargo hay una pequeña diferencia, mientras que en el balancín la fuerza de tiro (potencia) se ejerce en los extremos y la resistencia está en el centro, en el limpiaparabrisas la fuerza se ejerce en el centro y la resistencia estaría en los extremos.



Balancín y limpiaparabrisas idénticos.


La tecnología del automóvil utiliza de múltiples formas el sistema de palancas y balancines, incluso las piezas destinada a regular la apertura de las válvulas de los cilindros recibe el nombre técnico de balancines.

Seguiremos construyendo sobre lo heredado lo cual casa perfectamente con nuestro lema: “Una mirada al pasado. Un paso al futuro”. El Museo seguirá dedicando sus esfuerzos a conservar y divulgar el saber y la cultura de nuestros antepasados.


miércoles, 25 de octubre de 2017

EL CARDO AGUAMAYO

UN CARDO POLIFACÉTICO

“Aguamayo”, así se llama en Montejo de San Miguel al cardo que es conocido en otras tierras como cardencha o cardo de cardador y cuyo nombre científico es Dipsacus sativus.  Dipsacus hace referencia a sediento y sativus a que es cultivado.

El cardo aguamayo.


Este cardo, al que le gustan los suelos húmedos y ricos en nutrientes, recibe el nombre de aguamayo por que tiene sus hojas unidas en torno al tallo formando una especie de cucurucho donde se acumula el agua de las frecuentes lluvias del mes de mayo cuando la planta está  plenamente desarrollada.  De ahí lo de “sediento” y lo de “aguamayo”.

Agua acumulada en el receptáculo que forman sus hojas.


Aunque tiene algunas propiedades medicinales, es diurético,  no he podido constatar que se utilizara con estos fines por las gentes de estas tierras. Tampoco he podido constatar que, a pesar de su nombre “sativus”, haya sido cultivado ni para fines medicinales ni para usos textiles.

Sin embargo este singular cardo, como veremos a continuación, era usado por los niños, las jóvenes y los adultos. Cada uno de estos grupos de personas lo utilizaba para una función diferente: los niños para fabricarse  juguetes, las jóvenes como uso cosmético y los adultos como herramienta para cardar la lana.

EL CARDO Y LOS NIÑOS

Antes los niños y niñas no tenían el acceso que se tiene actualmente a los juguetes. Los Reyes Magos siempre venían pobres y los regalos que traían solían ser cosas útiles para la vida diaria, ropa (jerséis y calcetines hechos por las abuelas), material escolar, dulces, algunas frutas poco comunes… rara vez los Reyes traían juguetes propiamente dichos.

Los niños y niñas tenían que suplir esta carencia de juguetes con su imaginación porque niño/a y juego son dos palabras inseparables. Las cosas más sencillas que les rodeaban podían convertirse en los más sofisticados juguetes. Palos, piedras o cualquier objeto en desuso podía transformarse en el mejor de los juguetes. Un palo podía convertirse en una espada, en un caballo, en una escopeta, en una caña de pescar, en una escoba de bruja… Recordad el anuncio de tv. en el que un niño está desenvolviendo sus regalos y uno de ellos es un palo, al descubrirlo grita hasta la extenuación ¡Un palo! ¡Un palo! ¡Un palo!...

A veces lo más sencillo puede ser lo más divertido y con esta filosofía niños y niñas suplían con creces a los juguetes que se comercializaban pero no estaban a su alcance. Ellos se fabricaban sus propios juguetes. Esto conlleva varias ventajas, desarrollan su imaginación y creatividad, mejoran su psicomotricidad y el manejo de distintos materiales, perfeccionan sus juguetes y los cuidan porque los han hecho ellos con su esfuerzo.

El Museo dedica dos paneles muy completos a juegos infantiles, uno a los niños y otro a las niñas, y pueden verse los juguetes que se hacían ellos mismos.

Actualmente ocurre lo contrario muchos niños y niñas reciben tantos juguetes que a los pocos días han perdido el interés por ellos y pocos son con los que juegan todo un año. Pronto irán a parar al trastero o a la basura. Con el descenso de la natalidad, escasean las familias numerosas y normalmente son muchos los familiares adultos y todos quieren hacer su regalo lo que genera una concentración que no parece muy educativa. Se debería reflexionar sobre la gestión de esta abundancia de regalos.

Vayamos al tema que nos ocupa, el cardo y los niños. En las tardes de otoño, los niños después de salir de la escuela llevaban los bueyes a pacer (pastar) cuando estos no tenían que trabajar. Todas las familias tenían una pareja de bueyes para realizar los trabajos de la labranza. Los bueyes pastaban en la ribera del Ebro, o en las fincas que estaban de barbecho, o bien en los linderos de las fincas que todavía no se habían sembrado. Esto suponía un complemento para la alimentación de los animales y un ahorro en pienso.

Era común esta conversación entre niños:
-         ¿A qué jugamos esta tarde?
-         Yo tengo que ir a cuidar los bueyes. ¿Te vienes conmigo?

A los niños el tiempo se  les hacía eterno mientras los bueyes iban comiendo tranquilamente la hierba. Combatían el aburrimiento jugando entre ellos ya que se solían juntar varios niños con sus respectivos bueyes o si no iban simplemente de acompañantes.

Con la llegada del otoño el cardo se seca.


Uno de tantos entretenimientos era localizar algún cardo aguamayo y hacer con él una especie de carraquilla, sonajero o espantagatos. Había que seleccionar un buen ejemplar de cardo y ponerse manos a la obra. 

Excelente ejemplar seleccionado.


Todos los niños solían disponer de una pequeña navajilla que utilizaban para muchos menesteres. En mis años de infancia no recuerdo ningún incidente violento a cuenta de las navajas, ni en broma ni en serio. La navaja era una herramienta de múltiples usos y como tal se usaba.

Una vez seleccionado el cardo se procedía a cortar el tridente que forma el tronco con las ramas en la parte más alta.  Se le quitaban, con mucho cuidado, los múltiples pinchos del tallo y de las ramas, para no pincharse. 

Se ha cortado el tridente de la cúspide.


Al tridente había que cortarle las ramas de unos 12 cm. de largas y el tallo central de unos 10 cm. Del tallo cortado se reservaba un trozo de unos 15 cm. para hacer la pieza móvil de la carraquilla.

El tronco se deja algo más corto.

Se reserva un trozo del tallo.


Ahora había que localizar un endrino (prunus spinosa) para conseguir un pincho largo que sirviera de eje a la pieza móvil.

Pincho de endrino que servirá de eje.



Con el pincho del endrino se taladra la pieza móvil en el centro y se coloca sobre el tallo central.

El pincho se clava en el centro del palo horizontal.


Colocando la pieza móvil en el tallo central se daba por terminado el trabajo. Ya solo quedaba deslizarlo entre las dos manos con cierta rapidez y comprobar su sonoridad.


La carraquilla está terminada.


Con tanta concentración y ensimismamiento en el trabajo nadie se acordaba de los bueyes y lo más probable es que se hubieran metido en algún cultivo cercano. Cuando los niños se daban cuenta abandonaban todo y salían disparados a sacar a los bueyes del cultivo rezando para que no hubieran hecho mucho destrozo y que no se enteraran ni el dueño ni sus padres. Al atardecer se regresaba a casa con los bueyes y con la preocupación de que si trascendía la invasión del cultivo la  regañina sería segura. No se exhibía mucho la carraquilla, la culpable del despiste, no fuera que diera alguna pista del descuido.


EL CARDO Y LAS JÓVENES

Era creencia extendida entre las jóvenes que el agua que acumula el cardo aguamayo tenía propiedades beneficiosas para el pelo. Una de las propiedades que se le adjudicaba es que hacía crecer más el pelo y la otra que le daba más brillo y belleza.
Era frecuente en aquellos tiempos que las chicas llevaran el pelo largo y esto era a veces motivo para competir sobre quién tenía la melena o la coleta más bonita.
Las tardes de primavera era una buena ocasión para salir en grupo al campo y entre bromas, risas y confidencias de amores aprovechar la ocasión para mojarse el pelo con el agua acumulada en los cardos aguamayos a la vez que cantaban, a modo de conjuro, una cancioncilla que decía:


"Agua de mayo
créceme el pelo
cuatro cuartitas
menos un dedo"


 El cardo acumula gran cantidad de agua en primavera.


No está confirmado que estos cardos transfieran al agua acumulada propiedades beneficiosas para el cabello pero podría deducirse que el agua al ser de lluvia es agua destilada, es decir no tiene sales minerales y esto sí que podría ser beneficioso para el cabello. En cambio, el agua del pueblo tiene bastante cal puesto que todo el terreno es calcáreo.
Podríamos concluir que el agua acumulada en los cardos aguamayo tiene propiedades cosméticas para el cabello al carecer de sales minerales por lo que los beneficios atribuidos por las jóvenes al agua de estos cardos estarían  justificados.


EL CARDO Y LOS MAYORES


Este cardo, también recibe el nombre de “cardador” por utilizarse para cardar la lana y para afinar los tejidos ya terminados.
Se nos plantea un dilema lingüístico, qué fue primero la palabra cardo o la palabra cardar. ¿Qué fue antes el nombre de la planta o la operación de afinar la lana que le dio el nombre a la planta?  ¿Quién fue antes el huevo o la gallina?

En Montejo de San Miguel la mayoría de los vecinos tenían ovejas como complemento a la economía principal que era la agricultura. Aportaban lana, corderos para la venta, carne y pieles. Estaba estipulado que no se debían tener más de 20 ovejas por vecino. Todas las ovejas se agrupaban en un solo rebaño dirigido por un pastor al que, entre todos los vecinos, se le pagaba  en especias con un número determinado de fanegas de trigo. 

El zurrón y la corneta del pastor.

A primera hora de la mañana el pastor tocaba una corneta en la plaza y todos sacaban sus ovejas de los corrales,  una vez reunido todo el rebaño, éste se ponía en marcha en busca de pastos hasta la caída de la tarde en que se recogían.  

Las ovejas merinas tienen una lana de excelente calidad.


Las ovejas aportaban la lana necesaria para abastecimiento de las familias. Las abuelas eran las grandes expertas en todo el proceso de tratamiento de la lana. 

Hilando con la rueca y el uso. Exhibición del Museo 2007.


La esquila la hacían los hombres en primavera pero el resto del trabajo quedaba en manos de las mujeres. La lana que se obtenía de una oveja recibía el nombre de vellón y salía toda en una pieza, como si fuera el abrigo del animal. El esquilador plegaba  todo el vellón sobre si mismo anudándolo a modo de hatillo. 

Manuel Uría esquilando a tijera. A la derecha pueden verse dos vellones de lana. Exhibición del Museo 2007.


En primer lugar se lavaba la lana para quitarle los numerosos elementos extraños que se habían adherido al cuerpo de las ovejas a lo largo del año, a la vez se eliminaban grasilla de la que está impregnada la lana de forma natural, esta grasilla llamada lanolina tiene unas propiedades muy apreciadas en la industria cosmética. Algunas abuelas eran partidarias de no lavar la lana hasta después de haber realizado el proceso de hilado, decían que  la lanolina ayudaba a torcer y  mantener  mejor el hilo.

El proceso de cardar la lana era una de las primeras operaciones que había que hacer. Importante operación que había que realizarla con  meticulosidad para que la lana quedara en un estado óptimo  y todo el proceso se desarrollara satisfactoriamente.

El cardado se realizaba con los cardadores que eran una especie de cepillos anchos y planos con púas metálicas. Entre ambos cepillos enfrentados se ponía una determinada cantidad de lana y se desplazaban en dirección contraria varias veces hasta que se conseguía “peinar” y afinar la lana. Esta operación requería fuerza y habilidad.


Cardador de púas metálicas.


Los cardadores hechos con cardos eran una especie de pequeñas cajas alargadas en la que se alojaban bien sujetas varias cabezas de cardos, estas herramientas estaba dotada de un mango de madera para manejarlas con comodidad.


Cardador hecho con las cabezas del cardo.

Para el hilado se utilizaba la rueca y el huso hasta formar los ovillos. A continuación se unían los hilos de dos ovillos y se procedía al torcido y posteriormente se harían las madejas utilizando la devanadera. 

Rafael hilando con la rueca.


Las abuelas y las madres, en las largas noches de invierno, tejían junto al fuego del hogar y a la luz del candil las prendas necesarias para equipar a todos los miembros de la familia. Jerséis, calcetines,  gorros, guantes y bufandas eran las prendas más corrientes. 

Calcetines de la na de distintas calidades.


Para confeccionar mantas había que desplazarse a pueblos más grandes en los que había telares para tal menester. Otra utilidad que se le daba a la lana era la de hacer colchones o suplementar a los ya existentes y para ello se usaba la lana de las ovejas churras que es de menos calidad que la lana de las ovejas merinas que se destinaba a los tejidos.

La lana de las ovejas churras se destinaba a hacer colchones.


Una vez confeccionada la prenda se la podía repasar con los cardadores de cardo a modo de cepillado para quitar hilos sobresalientes, uniformar más el tejido y conseguir un producto final más suave. Nuestro cardo cumplía una función importante  para conseguir prendas de alta calidad.

Pero este polifacético cardo no se quedó en el uso sencillo y humilde de los hogares de los pueblos. Sus cualidades le llevaron a escalar los más altos puestos dentro  de las fábricas textiles venidas con la segunda revolución industrial.

En Tarrasa (Barcelona) puede verse en el Museo de la Ciencia y de la Técnica de Cataluña una máquina llamada “percha de cardos” destinada a afinar los tejidos dándoles una perfecta terminación. Un cilindro giratorio lleno cabezas de cardo perfectamente colocadas es el elemento principal de esta máquina.

La percha de cardos con su cilindro lleno de cabezas de aguamayo.



Panel explicativo de la percha de cardos.


También en la Fábrica-Museo “LA ENCARTADA” de Balmaseda (Bizkaya)  se conservan  máquinas similares teniendo como elemento principal al cardo aguamayo. Esta fábrica que estuvo en funcionamiento hasta 1992 tenía como producto estrella la fabricación de boinas por lo que se puede constatar la importancia de nuestro cardo en la industria textil hasta tiempos bien recientes.

Este uso del cardo a nivel industrial hace pensar que quizás tenga justificación su nombre “sativus” (cultivado) dado que la demanda para estos usos textiles debía ser alta y quizás no fuera suficiente con la recolección de los ejemplares silvestres. Teniendo en cuenta la delicadeza de sus púas también es de suponer que habría que reponer con cierta frecuencia las cabezas de los cardos de estas máquinas y al ser cultivado se supone que la calidad de los cardos para estos usos sería mayor y estaría más controlada.

Otro uso que se le suele dar a este polifacético cardo es como adorno para centros y ramos de flores secas, para ello es imprescindible quitarle todas las espinas del tallo y de las ramas.Y como su color en seco es poco vistoso lo normal es que los tiñan de distintos colores.

Ahora, cuando vayamos por los campos y veamos a este simpático y elegante cardo quizás le miremos con otros ojos y esbocemos una sonrisa de complicidad.


DICHOS Y REFRANES


“Ir a por lana y salir trasquilado”
“Unos se llevan la fama  y otros cardan la lana  ”
“Poco a poco va hilando la vieja el copo”

martes, 3 de octubre de 2017

EXHIBICIÓN DE OFICIOS: LA CESTERÍA (2017)


El viernes día 4 de agosto desde las 18 a las 21 h. y bajo la dirección de Raquel González (Briviesca – BU) experta en cestería se llevaron a cabo una serie de actividades relacionadas con este oficio.

Desgraciadamente este oficio imprescindible antiguamente,  tan interesante y creativo, actualmente está casi desaparecido ante la invasión de productos industriales producidos en serie.

En nuestra comarca eran pocos los que se dedicaban al oficio de la cestería fina. La gente se abastecía de cestos cuando iba a las ferias comarcales y los cestos solían ser de otras regiones. Ocasionalmente venían familias gitanas ambulantes que acampaban en las cercanías del río Ebro y se dedicaban a coger mimbres de la ribera del río y a hacer cestos que vendían en los pueblos de los alrededores.

Lo que si solía haber en los pueblos alguna persona más habilidosa de lo habitual y que era capaz de hacer canastos, cuévanos,  covanillas… enseres de mayor tamaño,  más rústicos y que no requerían una técnica tan depurada. Estos enseres se hacían siempre con mimbres sin pelar y se recolectaban en las mimbreras de las cavas, pequeñas cárcavas que separan y drenan las fincas agrícolas. Estas mimbreras había que podarlas y desmocharlas anualmente para que los mimbres fueran de mejor calidad.

El oficio de escriñero, que consiste en hacer recipientes con paja de centeno y piel de zarza, desapareció hace ya muchos años y son pocos los trabajos que quedan como testimonio de este oficio dada la perdurabilidad y sencillez de estos materiales.

Los asistentes pudieron disfrutar de una interesante exposición  organizada para la ocasión y en la que se pudieron ver diferentes tipos de cestos y otros elementos, tanto antiguos como modernos, realizados con distintos materiales y técnicas.



LA EXPOSICIÓN





Vista general de la exposición.




Mimbres con hojas, sin pelar y pelados.




 Escriños hechos con paja de centeno y piel de zarza. A la derecha cestos de pértiga de castaño.




Cuna, covanillas, aguaderas y cuévano.

Cuna hecha con mimbre pelado. Distintos enseres muy usados en la vida diaria por nuestros antepasado. Covanillas sobre el burro para transportar todo tipo de productos. Aguaderas, también las llevaba, normalmente, un burro y se utilizaban para transportar cuatro cántaros y más recientemente cuatro garrafones. Cuévano, destinado al transporte de la uva vendimiada desde la viña hasta el lagar. Se llevaba en el carro en el que cabían 6 cuévanos.

Había otro elemento hecho con mimbres sin pelar como era la re (red) que tenía forma circular con un reborde y que se utilizaba para orear las morcillas según se sacaban de  la caldera cuando se hervían, previamente se había colocado una tela blanca sobre la re. Este recipiente solía transportarse sobre la cabeza con un rodete.

Re (red), para orear las morcillas recién cocidas.

Otro artilugio era el verganazo, sobre un bastidor de listones, a modo de escalera de mano, se entretejían mimbres largo (vergas) cara conformar una plataforma rectangular. Estaba destinado a llevar el pan amasado hasta el horno para cocerlo. Sobre el verganazo se extendía una tela de lino grande llamada masera sobre la que se colocaban los panes ya amasados y fermentados. Los panes se taban con loa extremos de la masera que colgaba por los cuatro lados. El verganazo se colocaba sobre la cabeza y así se llevaba hasta el horno. Cuando las hogazas ya estaban cocidas se utilizaba el mismo sistema para llevarlas a casa.

Verganazo, para llevar el pan al horno.

Se dio una breve explicación de los distintos elementos de la exposición, los distintos materiales, las técnicas de trabajo y el uso que se daba a cada uno de los enseres. También se hizo una demostración de cómo se pelaban los mimbres para hacer los cestos.


ALGUNOS TRABAJO DE LA PROFESORA









Distintos enseres hechos en médula por la profesora Raquel. La médula en un material importado del lejano oriente y es muy manejable.


TALLER DE CESTERÍA


Una vez vista la exposición y dado respuesta a todas las preguntas de los asistentes se inició un taller práctico de cestería en el que pudieron participar mayores y pequeños bajo la dirección de Raquel.






Raquel González dando instrucciones.


El proyecto consistía en que  todos los asistentes fueran capaces de realizar un pequeño cestillo para colocar lapiceros. Siguiendo paso a paso las instrucciones que se iban dando. Todos lograron terminar con éxito su primer cesto.



 

Javier Herrán (Frías - BU), empeñado en recuperar la cestería de la zona.



El cesto de la izquierda, hecho por Javier Herrán, es una reproducción de los cestos típicos de nuestra zona (dcha.)














DICHOS Y REFRANES

“Con estos mimbres hay que hacer el cesto”
“Unos valen para vendimiar y otros para hacer cestos”
“El que hace un cesto, hace ciento… si le dan lugar y tiempo”