HACER LA COLADA




Haciendo la colada en la plaza de la iglesia a principios del S. XX.
(Negativo sobre placa de vidrio)

La limpieza y cuidado de la ropa de la familia era una tarea asignada a la mujer. Esta tarea era especialmente dura en invierno. Las hijas mayores si ya habían cumplido los catorce años, y por tanto ya habían dejado la escuela, solían ayudar a la madre.

En las casas no había agua corriente lo que complicaba mucho este trabajo. A Montejo de San Miguel llegó el agua corriente a las casas a mediados de los años 70 del siglo pasado. Hasta esta fecha el disponer del agua necesaria para la casa era un problema que cada familia solventaba como mejor podía. Algunas familias disponían de pozo, aunque escasos de agua, otras de depósito de agua de lluvia. 

Otra forma de abastecerse era coger agua de la fuente de la plaza con cántaros y baldes. El problema de esta fuente era que tenía un manantial muy pobre y aunque disponía de dos depósitos para almacenar el agua durante el invierno, en el verano escaseaba y el alcalde cerraba la fuente con candado y sólo se abría la fuente durante un par de horas al día, tiempo que aprovechaba el vecindario para aprovisionarse. También era frecuente ver como los vecinos  ponían sus baldes en los goterales y canalones de los tejados cuando llovía. El agua para beber se cogía de la fuente del río con barriles (botijos) y de estos menesteres se ocupaban los chavales.

                                                           
    
                                            Balde pequeño de lavar con sábana y rodete.

El agua era un problema por lo que para lavar se bajaba al río con la ropa metida en el balde de lavar de dos asas que se colocaba sobre la cabeza con un rodete de tela en milagroso equilibrio. La ropa que se iba lavando se ponía a secar sobre la hierba o sobre algún arbusto con el fin de llevar menos peso a la hora de subir al pueblo. La zona destinada a lavar se conocía como “donde lavan” y estaba situada aguas arriba del Pozo de los Bueyes.

 La orilla del río en esta zona estaba cubierta de limpísimos cantos rodados en la zona más próxima al río y en la más alejada una superficie de arena que era el lugar de juego de los niños cuando bajaban al río acompañando a sus madres.


Rodillero y tabla de lavar.

En la misma orilla del río había colocadas unas piedras planas inclinadas sobre el agua para poder frotar la ropa. Junto a estas piedras se colocaba el rodillero para poder lavar con algo más de comodidad. El rodillero era una especie de medio cajón con dos caras en escuadra sobre el que se colocaba una almohadilla para proteger las rodillas mientras se lavaba. Cuando se terminaba de lavar, el rodillero se escondía detrás de algún matorral en el terraplén cercano para evitar subirlo hasta el pueblo.

En invierno lo riguroso del clima y las bajas temperaturas del agua hacían esta tarea muy dura y el lavado de la ropa se reducía a lo más imprescindible.

Cuando el río bajaba crecido no se podía lavar porque el agua estaba muy turbia. En estas ocasiones se usaba un pequeño lavadero que hay en la fuente del río. Este pequeño lavadero tenía dos problemas, uno que el agua era escasa y otro que si la crecida del río era grande lo cubría completamente dejándolo inutilizado. Sólo quedaba una opción, ir a lavar a la Fuente de la Salud a orillas del Ebro aguas arriba de La Presa. Esta fuente sólo manaba cuando el río estaba crecido pero tenía la ventaja de que el agua salía tibia incluso en pleno invierno puesto que es el mismo manantial que el balneario de la otra orilla del río. Como estaba alejada del pueblo más de un kilómetro, el rodillero y la ropa solían llevarse en la burra. La ropa que se iba lavando se tendía sobre la hierba o sobre las aliagas y bujarros (boj) para que se fuera secando.
En algunas ocasiones los niños acompañaban a las madres y para ellos era toda una aventura puesto que era un lugar alejado y poco frecuentado.


Sábana de lino.

Pero lo que realmente era hacer “la colada” consistía lavar la ropa blanca, sobre todo las sábanas de lino. La ropa que se había acumulado a lo largo de todo el invierno se lavaba en primavera cuando empezaba el buen tiempo y la ropa de todo el verano se lavaba en otoño cuando ya se habían terminado todas las faenas de la cosecha.

La  colada comenzaba haciendo un fuego en un lugar apropiado y  protegido del viento, normalmente  junto a alguna pared y siempre solía ser el mismo. Sobre el fuego se colocaba una trébede que sustentaba una gran caldera de cobre llena de agua. Cuando el agua rompía a hervir se echaba en ella la ceniza blanquita que se había cogido del horno del pan por estar bien quemada y no tener ningún resto de tizones.


Caldera de cobre en la trébede y balde de cinc.

Cerca de la caldera se había colocado sobre una repisa de piedra, un gran cesto de mimbre en el que se colocaría la ropa. En algunas ocasiones se había tenido la ropa a remojo como paso previo a la colada.

Si el cesto era de mimbre con piel se ponía una sábana vieja cubriendo todo su interior para que la ropa no se manchara. No todas las familias podían disponer de un gran cesto de mimbre blanco. Las sábanas se cogían una por una, se colocaban extendidas sobre el cesto y los cuatro picos se llevaban al centro en el interior. De esta forma se iban superponiendo todas las sábanas. Una vez colocada toda la ropa dentro del cesto se tapaba con un lenzuelo (lienzo pequeño de lino) que haría las funciones de colador para impedir que pasara cualquier tipo de impureza  al verter sobre él el agua con la ceniza disuelta.

De esta operación de colar el agua con ceniza viene el nombre de hacer la colada.
Una vez que se había vertido todo el agua de la caldera se dejaba escullar (escurrir) la ropa, se cargaba en la burra y se bajaba al río para aclararla y posteriormente tenderla para que se fuera secando.


Secando la colada en la solana de casa.

Terminada la operación, las sábanas se planchaban, se doblaban y se guardaban en los arcones o baúles destinados a estos menesteres. Se irían usando según las necesidades. La ropa usada se acumulaba en el cesto de mimbre hasta la próxima colada.

La ceniza disuelta en el agua se convierte en una solución muy alcalina con gran poder blanqueante y desinfectante que sumado al agua caliente  acrecienta más esas propiedades haciéndola ideal para hacer la colada.


Rincón dedicado a la colada en el Museo Etnográfico.

Uno de los avances más valorados en el tema de los electrodomésticos es sin duda alguna la lavadora y los detergentes. Cuando ahora hacemos la colada metiendo la ropa en la lavadora y apretando unos botones, bien podríamos recordar la vida tan sacrificada que tuvieron nuestros antepasados.


Montejo de San Miguel a,  21 de junio de 2017

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